Chiná, la batalla más sangrienta de la guerra entre México y Yucatán
El 2 de febrero de 1843 el ejército mexicano ocupó el pueblo de Chiná, al sureste de Campeche, dando inicio a la batalla que sería una de las más sangrientas que enfrentó a mexicanos y yucatecos y en donde tuvieron una notable participación los mayas orientales. Matías de la Peña y Barragán, el nuevo comandante de la División de Operaciones sobre Yucatán en sustitución de Vicente Miñón, ordenó el avance de dos columnas hacia Chiná.
El objetivo del ataque era cortar la línea de suministros de la guarnición de Campeche que recibía maíz, arroz, madera y ganado, proveniente de las haciendas ubicadas al este de Chiná. Al mando de las columnas se encontraba el general Francisco Andrade y el coronel Francisco Pérez. Ambos debían avanzar entre estrechos caminos por varios kilómetros para sorprender a la guarnición y tomar el pueblo. Tras una breve y ruda escaramuza la guarnición yucateca fue desalojada y los seiscientos mexicanos mandados por sus oficiales ocuparon Chiná.
Sebastián López de Llergo, comandante de la guarnición de Campeche, envió a la columna de mayas orientales que mandaba Vito Pacheco para hostilizar a los mexicanos que se comenzaron a hacer fuertes en torno a la iglesia del pueblo.
Al día siguiente, al rayar el alba, mil quinientos soldados del ejército yucateco, entre los que se encontraban los mayas orientales, comandados por el Coronel Manuel Oliver comenzaron el ataque a Chiná por todas direcciones.
La iglesia de Chiná y la casa cural brindaron amplia protección a las compañías de infantería que mandaban Pérez y Andrade.
Desafortunadamente para los yucatecos uno de los guía extravió el camino al intentar rodear la posición de los mexicanos de tal forma que el batallón ligero que mandaba Miguel Bolio tuvo que asaltar frontalmente las trincheras mexicanas.
La infantería mexicana comandada por oficiales experimentados repelió los tres asaltos que los yucatecos intentaron realizar. Formados en columnas los asaltos a bayoneta calada causaban fuertes estragos entre la milicia peninsular.
Tras fuertes perdidas los yucatecos decidieron retirarse. También lo hicieron los mexicanos quienes habían sufrido la muerte del general Francisco Andrade, quien al frente de su columna, comandaba desde primera línea la defensa. Habría sido una de las piezas de artillería que transportaban los atacantes yucatecos la que habría acabado con la vida del general.
Aunque ambos bandos reclamaron la victoria lo cierto es que tanto yucatecos como mexicanos regresaron a ocupar las posiciones que tenían antes del audaz movimiento de la columna mexicana.