Kinchil contra la hacienda Santa María (1): la desposesión de una estancia de cofradía
La historia de cómo Kinchil defendió las tierras del común del pueblo frente al avance privatizador de las estancias y haciendas de finales del siglo XVIII resumen gran parte de las transformaciones territoriales que atravesó el pueblo de Kinchil a finales de la época colonial.
Santa María fue una estancia de cofradía fundada por el pueblo maya de Kinchil. Este tipo de estancias que solían producir cera y miel con sus colmenas y carne con el ganado vacuno traído por los colonizadores hispanos servía para financiar diferentes aspectos de la vida religiosa de pueblos como Kinchil. En 1782 la estancia de cofradía Santa María comprendía veinte mecates en las tierras del común del pueblo y el objetivo de esta estancia en concreto era solventar los gastos del culto a la Virgen María y socorrer diferentes urgencias. Estas estancias fueron paulatinamente enajenadas del control de los caciques y principales de las repúblicas de indios durante las últimas décadas del siglo XVIII. Primero nombrando patrones españoles o criollos que se encargaban de administrar las estancias. En 1777 la de Kinchil era administrada por el regidor decano de la ciudad de Mérida.
El golpe final para la enajenación de las estancias de cofradía la dio el obispo Luis de Piña y Mazo quien en la década de 1780 ordenó rematarlas y con ello asegurar que estas pasaran a manos privadas. La estancia Santa María fue así rematada, a pesar del descontento del “común del pueblo”, como dejó constancia el escribano de la república de indios de Kinchil Pablo Tzuc en 1782. Aunque la estancia pasó a mano privadas los milperos de Kinchil lograron conservar el usufructo de los montes de los alrededores, situación que cambiaría con la promulgación de la Constitución de Cádiz.