Los cinco barrios mayas de la ciudad de Mérida
Durante todo el dominio colonial existieron en la ciudad de Mérida cinco barrios indígenas. Su número quizá sea evidencia de que eran cinco los pueblos que existían antes de la fundación de la ciudad de Mérida y que se encontraban viviendo en lo que era la antigua ciudad de Ich caan ti Hoo. La cercanía con la ciudad de Mérida quizá explique también que los topónimos mayas de estos pueblos no se conservaran en los nuevos asentamientos, como también sucedió con el barrio de Santa Catalina. Como en el resto de los pueblos mayas del norte de Yucatán los de Mérida comenzaron a crecer en torno a una plaza en donde en el centro se encontraba además de las casas de justicia, las iglesias que permanecen hasta hoy en día en el centro de esos barrios.
En estos espacios también se asentaron poblaciones que no eran mayas. En el barrio de Santiago vivían para la década de 1570 “conquistadores” del Valle de México como Miguel Damián y Pedro Xochimilco que habían combatido con las huestes de Montejo en la última entrada a Yucatán que terminó con la fundación de Mérida. Sin embargo, ello no influyó de manera notable en el hecho que los cinco barrios mantuvieron su identidad corporativa durante todo el periodo colonial, basada en la existencia de un cabildo indígena en cada república y en el dominio de los montes y las aguas de sus tierras del común. Estas últimas desde muy temprana época fueron enajenadas para establecer estancias de ganado. Pese a ello no fue sino hasta finales del siglo XVIII que una cantidad cada vez mayor de españoles comenzó a comprar solares y casas en los barrios indígenas.
En los documentos notariales que han sobrevivido los escribas mayas de estos barrios se referían a su localidad con la palabra maya de “cah”, que quiere decir “pueblo” y también solían referirse a la ciudad de Mérida con el topónimo maya de “Hoo” y la palabra “noh cah” (gran ciudad).
A finales del siglo XVIII las y los mayas que vivían en la ciudad de Mérida se ocupaban en la servidumbre de las casas de los españoles y de otros sectores de la élite colonial; por su carga de trabajo se asemejaban estrechamente a los esclavos, diferenciándose de estos por su origen étnico y su status legal. También solían trabajar como herreros o zapateros, o bien, como curtidores o carniceros.